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Pornografía y Realidad

Pornografía y realidad

Cómo afecta la pornografía a nuestras relaciones

Vivimos en un mundo donde el acceso a la pornografía es más fácil que nunca. Basta con un clic para entrar en un universo de placer, fantasías y escenas que prometen emociones intensas. Pero, ¿qué sucede cuando la vida real no se parece a lo que se ve en una película para adultos? Como terapeuta sexual en Madrid, he atendido a muchas parejas que se sienten frustradas porque su vida íntima no encaja con lo que han visto en internet. En este artículo vamos a hablar de cómo ha evolucionado la pornografía, cómo nos afecta y qué podemos hacer para mejorar nuestras relaciones.

Pornografía y Realidad

1. De la cinta VHS al porno en streaming: la evolución de la pornografía

En los años 80, acceder a una película pornográfica era toda una odisea. Había que alquilar un VHS en un videoclub o esperar a altas horas de la madrugada para ver algo en la televisión. Era un producto difícil de conseguir, y aún más complicado de ver sin prejuicios. Pero todo eso cambió.

Con la llegada de Internet, la pornografía se volvió accesible, ilimitada y gratuita. Plataformas como Pornhub o Xvideos han cambiado el juego. Ahora, con solo un teléfono móvil, cualquier persona puede consumir horas y horas de contenido sexual. Se ha pasado del porno en cintas al porno bajo demanda, disponible 24/7.

Esta facilidad de acceso ha provocado un cambio en la forma de entender la sexualidad. Hoy en día, los jóvenes ven pornografía mucho antes de tener su primera relación sexual. Y ese primer contacto crea expectativas poco realistas. Se cree que todo debe ser perfecto, sin pausas, sin comunicación, y siempre con orgasmos explosivos. Pero la realidad es muy diferente.

Además, se ha normalizado el consumo diario de contenido adulto. Muchos hombres y mujeres usan el porno como vía de escape, incluso dentro de una relación. Pero cuando se usa sin conciencia, puede empezar a distorsionar lo que entendemos por deseo, placer y conexión.

2. Sexo irreal, cuerpos perfectos y expectativas imposibles

La pornografía no está diseñada para educar, sino para excitar. Esa es su función principal. Y para lograrlo, recurre a escenas extremas, posiciones imposibles, gemidos exagerados y cuerpos que no representan la diversidad real. Lo que vemos en la pantalla no es sexo, es actuación.

Se ha observado que muchas personas sienten ansiedad al compararse con lo que ven en los vídeos. Se cree que hay que durar más, tener un cuerpo perfecto o rendir como un actor profesional. Esta presión afecta sobre todo a los hombres, que sienten que deben estar siempre listos y nunca fallar. Pero también a las mujeres, que a menudo sienten que deben actuar como si todo fuera placentero, aunque no lo sea.

La pornografía no muestra lo que ocurre antes y después del sexo: las miradas, las risas, los momentos incómodos, las pausas, el consentimiento. Tampoco se enseña a hablar con la pareja, a decir lo que nos gusta o lo que no. Se nos muestra una coreografía sin errores, pero sin alma.

Por eso es importante recordar: lo que se ve en la pantalla es ficción. No se debe usar como modelo para nuestra vida íntima. Si se quiere disfrutar del sexo, se debe construir desde la comunicación, la empatía y la autenticidad. No desde la comparación.

3. Cuando el porno entra en la relación: consecuencias reales

En consulta, he visto cómo el consumo excesivo de pornografía puede afectar a la intimidad de una pareja. En algunos casos, se ha creado una adicción. Las personas ya no buscan el contacto físico real, porque prefieren la comodidad del contenido digital. No hay compromisos, no hay presión. Solo estímulo visual inmediato.

También puede provocar lo que se conoce como “disfunción eréctil inducida por el porno”. A muchos hombres les cuesta excitarse con una pareja real porque su cerebro se ha acostumbrado a estímulos cada vez más extremos. Y eso termina generando frustración, vergüenza y distancia.

En otros casos, se ha creado una dependencia emocional. Se ha visto que, cuando hay problemas en la pareja, en lugar de hablarlos, uno de los miembros se refugia en el porno. Así se evita el conflicto, pero también se rompe la conexión.

No todo es negativo. Cuando se usa con conciencia, la pornografía puede ser una herramienta de exploración. Algunas parejas la ven juntas para encender la chispa, descubrir nuevas fantasías o abrir el diálogo sexual. Pero para que funcione, deben existir límites, acuerdos y respeto mutuo.

¿Qué podemos hacer para mejorar nuestras relaciones?

El problema no es la pornografía en sí, sino cómo se usa. Si se convierte en un sustituto del sexo real, si crea frustración, si se oculta o si se convierte en una adicción, entonces hay un problema.

Las relaciones reales son imperfectas. Se necesita comunicación, tiempo, deseo y humor. A veces las cosas no salen como en las películas, y eso está bien. Se puede aprender, se puede mejorar, y se puede disfrutar.

Como terapeuta en Madrid, recomiendo a todas las parejas que se sienten afectadas por la pornografía que hablen abiertamente del tema. Que no lo conviertan en tabú. La educación sexual es la mejor arma contra las expectativas irreales. Y si hace falta, pedir ayuda profesional siempre es una buena opción.

También hay que recordar que el sexo debe vivirse con libertad, con respeto y con curiosidad. La exploración es sana. Las fantasías son normales. Pero siempre desde la realidad, no desde la comparación.

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